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El CAB abre un nuevo ciclo expositivo con las propuestas de Javier Garcerá, Rotor Studio y Pepo Hernando


El Centro de Arte Caja de Burgos CAB inaugura hoy sus tres nuevas propuestas artísticas, concebidas, respectivamente por Javier Garcerá, Rotor Studio y Pepo Hernando, y que permanecerán abiertas al público hasta el próximo 28 de enero.

Javier Garcerá: Dejarse quieto flotar. El uso de un soporte monocromo, como es la seda roja, sobre la que incorpora el pigmento y a la que somete a diferentes procesos de borrado, de saturación, de abrasión o de velado, determinan una pintura cuya visión solo es posible después de variar los puntos de vista.

Recorrerla, detenerse y distanciarse para tratar de aprehenderla en plenitud, es una tarea que hoy resulta exigente para un espectador cada vez más desconectado de la lentitud que compele toda intimidad sensible.

Articulada en tres estadios y presidida por una economía formal máxima, la exposición de Javier Garcerá (Puerto de Sagunto, Valencia, 1967) va guiando los pasos del espectador hasta concluir en el estallido final que supone el gran políptico instalado en la tercera de las salas.

Si en el primer ámbito nos encontramos con obra en la que el artista plantea un equívoco juego entre los dos planos en los que organiza las distintas escenas, en el segundo se aíslan retazos, enseres y efectos que acabaran por recomponerse en la tercera de las salas.

No son solo indicios, son escenografías acabadas que comparten una misma atmósfera visual y conceptual. Un leve deje de melancolía, de tiempo detenido, pero sobre el que no hay constancia de que fuera pasado. Alejada de la estética naturalista, la pintura de Garcerá no desdeña la ornamentación, pero en absoluto se solaza en un esteticismo acrítico.

Por el contrario, su ideario emplea la dialéctica como soporte poético para contraponer el silencio a la retórica con que hoy tratamos de explicar toda obra artística.

Si una obra puede ejemplificar la batalla contra la atrofia visual de nuestro tiempo es el gran políptico que cierra la exposición de Garcerá, realizado en exclusiva para el CAB.

Planteado como un gran ciclorama, nuestra visión discurre de un punto al otro, siguiendo el rastro de la ausencia de figura humana. Su presencia se sospecha como causante del desasosiego de un espacio ajado, presidido por el abandono y un cierto aire de decadencia civilizatoria que precede al entramado de un bosque difícil de sortear. Al otro lado, solo la mirada limpia, tenaz y honesta nos salva.

Rotor Studio: No Human in the Loop. La propuesta de Rotor Studio supone un compromiso con el tiempo actual, un momento en el que la tecnología parece definir toda acción humana, pero, sobre todo, parece preverla sin querer contar con las variables intransferiblemente biológicas que nos son propias.

Cuanta más autonomía concedemos a la máquina, mayor asistencia no artificial ha necesitado para su conformación. En esa aparente contradicción, en ese autoengaño, en esa fantasía que estamos construyendo, es donde Rotor Studio (Ángeles Angulo -Lorca, Murcia, 1972- y Román Torre -Candás, Asturias, 1978-; viven y trabajan en Gijón) sitúa su trabajo para señalar un camino que ha de devolvernos hacia un estadio genuino y consciente de nuestra propia esencia.

La invitación a parar de soñar que subyace bajo muchas de las intenciones que esconde la llamada inteligencia artificial ha llevado a esta pareja de artistas a plantear una suerte de gran armadura de defensa, un repositorio articulado por una serie de etiquetas como #tiempo, #memoria, #progreso, #artificial, #energía, #clima, desde las que transitar por un mundo híbrido en el que máquina y acción humana interactúan en favor de un futuro deseable.

Mediante el empleo de máquinas y artefactos industriales, objetos de consumo, tecnologías complejas o mecanismos y dispositivos elementales con los que reflexionar sobre el mundo que se desvanece ante nuestros ojos, Rotor Studio nos traslada la idea de que nuestra vida es movimiento y evolución.

Pepo Hernando: Todo paisaje es una metáfora. Casi como un acto de justicia, esta exposición dedicada a Pepo Hernando (Burgos, 1950- 2022) por el CAB quiere recuperar para nuestra memoria colectiva la obra de un creador único.

Conocido por su prestigioso desempeño como técnico de exposiciones y enmarcador (al frente de uno de los pocos talleres verdaderamente artesanales de nuestro país), su faceta pictórica había quedado restringida a la contemplación de un reducido número de iniciados.

La exposición en el CAB recoge una parte sustancial de la obra generada durante sus últimos años de vida. Una pintura no vista hasta ahora fuera de los márgenes de su estudio, de una sutileza y una verdad apabullantes. Retículas superpuestas como un magma embrionario, como partículas orgánicas y por tanto generadoras de nuevas vidas y posibilidades.

Así se percibe la pintura de Pepo Hernando: un entramado que curiosamente no resulta saturado, sino liviano, delicado y dúctil. El trabajo de Hernando se ha relacionado con algunas soluciones del op art por la sensación dinámica que producen, si bien mantienen un hilo conductor con su obra precedente, la mostrada en los años 80 y 90, de pulso expresionista y contundencia en el gesto.

Como en aquella obra, la abstracción elimina cualquier aproximación a un significado, a un relato, a un enunciado.

El eco de una escritura repetitiva, casi inconsciente, fruto de una meditación ensimismada, se amplifica con las tramas de color. Intercalaciones de redes cromáticas que generan variaciones y matizan, y alteran, la convención formal de fondos y superficies.

De este modo Hernando modifica la relación de profundidad y perspectiva, dotando a su pintura de la rara cualidad de percibir de manera simultánea planitud y volumen, plasticidad y solidez.

Pepo Hernando, ligado por nacimiento y por lazos familiares a Burgos, realizó casi toda su carrera profesional en Barcelona, donde su huella y recuerdo se mantiene.

En Burgos alentó el nacimiento de la galería PS en 1996. Por ella pasaron numerosos artistas locales y nacionales. Fiel a sus amigos, en una y otra ciudad, el cariño de sus afectos perdura.

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