El MEH presenta la exposición ‘Tenerse en pie. La postura erguida en la evolución humana’, que explica cómo se hizo bípedo el ser humano
El Museo de la Evolución Humana ha inaugurado esta mañana la exposición ‘Tenerse en pie. La postura erguida en la evolución humana’ que se articula en torno al cambio radical en la estructura del pie que supuso la adquisición de la postura bípeda. El núcleo alrededor del cual se articula esta exposición, que ha sido presentada por Juan Luis Arsuaga, director científico del MEH y comisario de la muestra, es una colección de fósiles humanos procedentes del Museo de Burgos de los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca, en concreto del nivel TD6 de la Gran Dolina y de la Sima de los Huesos: distintos elementos del miembro pelviano del esqueleto de tres individuos (de uno de ellos se presentan los dos pies).
La exposición se puede visitar hasta el mes de septiembre de forma gratuita en la sala de exposiciones temporales del Museo.
Los yacimientos de Atapuerca están proporcionando el mayor número de fósiles de pie de la historia y esta muestra es la primera de las que en los próximos años se irán haciendo para mostrar los tesoros de estos yacimientos. Explica cómo la adquisición de la postura bípeda, una de nuestras principales señas de identidad, supuso un cambio radical en la estructura del pie, que ya no se parece a una mano como en nuestros parientes los grandes simios.
Se consideran de nuestra estirpe las especies fósiles que ya muestran la capacidad de caminar sobre las extremidades inferiores, aunque sea de forma torpe. Pero nos separamos del todo de los demás primates cuando adoptamos decididamente la postura vertical y empezamos a tenernos de pie. Por tanto, un apartado de la exposición se dedica a la evolución humana para mostrar la particular estructura de los pies humanos que le permiten caminar eficientemente de manera erguida, y los cambios sufridos a través de distintas especies.
También se pueden ver las diferentes formas que tienen los vertebrados de usar sus extremidades para moverse en el agua, en la tierra y en el aire. Así, a partir de piezas procedentes del Museo Geominero de Madrid, se muestra cómo el patrón general de esta región anatómica se estableció con la aparición de los tetrápodos hace casi cuatrocientos millones de años, a finales del Paleozoico.
Cómo nos hicimos bípedos
Nuestros pies tienen el dedo gordo alineado con los otros, y un arco plantar del que carecen los simios. Toda la arquitectura del pie humano es un documento que, si se sabe leer, cuenta la historia de cómo nos hicimos bípedos. Aunque la mano y el pie humanos son primitivos en cuanto al número de dedos, sus huesos se han modificado mucho, especialmente los del pie. No hay más que comparar nuestro pie con el de un chimpancé, un bonobo, un gorila o un orangután, es decir, con cualquiera de los grandes simios.
La exposición explica que lo que distingue el pie humano del de cualquier animal es la morfología y disposición del dedo gordo y la existencia de una bóveda plantar. En los simios el dedo gordo es más corto y está separado de los demás dedos del pie. Por el contrario, en el pie humano el dedo gordo no se separa y además llega tan lejos como los otros dedos, con los que se alinea.
Es el pie humano el que ha cambiado. En resumen, mientras que los pies de los simios nos recuerdan a unas manos, el pie humano no se parece en absoluto a una mano, aunque tenga los mismos huesos que los pies de los demás primates.
Recomponer todos los huesos del tarso, del metatarso y de las falanges de un pie humano de semejante antigüedad es un hecho excepcional que solo ha sido posible gracias a un laborioso trabajo de excavación a lo largo de varios años y de un paciente y minucioso trabajo de reconstrucción en el laboratorio. Para ilustrar estos aspectos relacionados con biomecánica y anatomía comparada la exposición cuenta con los primeros tratados dedicados a estos temas, procedentes de la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense de Madrid.
El pie como obra de arte
El pie ha sido convertido en obra de arte a través de las representaciones pictóricas y escultóricas de todas las épocas, que tienen su sitio en la exposición por medio de una selección de obras, procedentes de los fondos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, del Museo Nacional de Escultura de Valladolid y de diversos artistas contemporáneos, que tienen como elemento principal, o muy señalado, esta importante región anatómica.
La exposición, cuya museografía ha sido realizada por Elisa Sanz, escenógrafa que cuenta con numerosos premios -de ellos siete Max- termina con un espacio dedicado al calzado y sus adaptaciones al clima y, cómo no, como soporte del simbolismo humano, en el que tienen un destacado protagonismo piezas procedentes del Museo Nacional de Antropología de Madrid.
La situación derivada de la pandemia ha condicionado el diseño del recorrido museográfico. El montaje realizado garantiza el espacio de seguridad entre visitantes, de manera que, a lo largo de los 400 metros cuadrados, las piezas, las vitrinas, la gráfica o los audiovisuales están distribuidos para que los visitantes puedan disfrutar de la exposición en un clima de seguridad y confianza.