Los pequeños carnívoros pueden ser los más destructores
Un estudio publicado recientemente en la revista Archaeological and Anthropological Sciences en el que participa Ruth Blasco, especialista en Tafonomía del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), y miembros de la URV-IPHES, trata de modelizar las actuaciones de pequeños carnívoros a nivel experimental y encontrar elementos diagnósticos que los diferencien de otros agentes, tanto a nivel de modificación ósea, como de alteración espacial (dispersión de restos), llegando a la conclusión de que podrían haber producido importantes modificaciones en los yacimientos arqueológicos.
La presencia de pequeños carnívoros, como el zorro rojo, es habitual en la mayoría de los yacimientos del Pleistoceno europeo, sin embargo, existen muy pocos estudios centrados en caracterizar su señal tafonómica (es decir, sus marcas diagnósticas) en conjuntos óseos de macro-vertebrados.
“Nuestra línea de trabajo experimental se basa fundamentalmente en la simulación de diferentes escenarios de predación e interacción con el objetivo de caracterizar las actuaciones de los carnívoros salvajes involucrando no sólo a pequeños carnívoros, como el zorro o el tejón, sino también a grandes predadores como el oso pardo”, explica Ruth Blasco.
Los trabajos experimentales, que cuentan con el permiso, supervisión y colaboración de los equipos de Seguimiento del Oso Pardo, el Parc Natural de l’Alt Pirineu, y el Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació de la Generalitat de Catalunya, se están desarrollando principalmente en el Parc Natural de l’Alt Pirineu, en el Pirineo de Lleida, donde no existe ningún condicionante humano que pueda modificar el comportamiento de estos animales.
“Este hecho es fundamental a la hora de extrapolar los datos experimentales, ya que sólo estos escenarios nos aseguran el aislamiento necesario para que la señal tafonómica no se vea alterada y las interpretaciones arqueológicas sean adecuadas”, explica esta experta en tafonomía.
Este estudio forma parte de un proyecto experimental mayor iniciado en 2010 que surge de la necesidad de abordar la complejidad tafonómica de formación de algunos yacimientos pleistocenos.