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Nuevos trabajos sobre la integración visuo-espacial en el género humano

El investigador Emiliano Bruner, responsable del Grupo de Paleoneurología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) ha publicado recientemente dos artículos sobre la evolución de las capacidades de integración visual y espacial en el género Homo y sus diferencias entre los humanos modernos y los neandertales.

El primer artículo, escrito con el investigador nipón Atsushi Iriki del Riken Brain Institute de Tokio, es una amplia revisión publicada en la revista Quaternary International sobre la importancia de la evolución de las áreas parietales en los homínidos. Dicha importancia radica en que estas áreas representan un nudo crucial para todas las funciones visuo-espaciales, las cuales permiten integrar el cuerpo con el espacio y con los objetos, “incluyendo procesos a pequeña escala, como la manipulación, o a una escala más amplía, como la orientación”, señala Emiliano Bruner.ç

Este artículo de revisión integra informaciones sobre antropología, paleontología, primatología y neurociencias, para poner en evidencia el rol de las funciones visuo-espaciales en la gestión de la relación entre cerebro, cuerpo y objetos. “Los cambios en estas funciones podrían haber aumentado el nivel de integración entre nuestro cerebro y el ambiente externo, ampliando nuestras capacidades cognitivas, al disponer de elementos e informaciones del ambiente exterior, y no solo de los recursos de nuestro sistema nervioso”, explica Bruner.

En cuanto a la segunda publicación, se trata de un foro sobre las capacidades de integración visuo-espacial de neandertales y humanos modernos publicado en la revista Journal of Anthropological Sciences. En concreto es la segunda parte de una serie de comentarios científicos acerca de unos posibles límites en la integración entre cerebro, cuerpo y cultura material en los neandertales.

“Las poblaciones neandertales no presentan una ampliación de las áreas parietales dedicadas a la integración visuo-espacial parecida a los humanos modernos, y al mismo tiempo muestran marcas en los dientes que denotan el uso habitual de la boca para manipular objetos, con una frecuencia y un grado mucho mayor que cualquiera población de Homo sapiens”, afirma Bruner

Con esta hipótesis, Emiliano Bruner y la investigadora del IPHES de Tarragona Marina Lozano se cuestionan si el uso tan frecuente de los dientes, que podría considerarse “arriesgado” dada su importancia en la alimentación, pudiera haber sido consecuencia de una capacidad de integración entre ojo y mano, y entre cerebro y objeto menos especializada que en nuestra especie, que compensarían con la ayuda de la boca.

El foro incluye comentarios de Karenleigh Overmann (Universidad de Colorado), Enza Spinapolice (Universidad de Cambridge), Joseba Rios Garaizar (CENIEH), Ariane Burke (Universidad de Montreal), Carlos Lorenzo (IPHES) y Duilio Garofoli (Universidad de Tubinga).

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