Avance informativo del control arqueológico realizado con motivo de la retirada de tierras y estabilización del talud de la calle Las Murallas
La noche del 8 de agosto de 2022 se produjo un desprendimiento de tierras procedente del talud que constituye la margen sur de la calle Murallas, a la altura de los números 39 -45 de la urbanización existente.
Dado el volumen e impacto causado en el citado vial, inmediatamente se personaron los servicios de emergencia para evaluar la situación y acordonar el lugar. La presencia de abundantes restos óseos y fragmentos cerámicos en un primer momento generó una situación alarmante ante la posibilidad de que dichos huesos fueran humanos, conjetura que se hizo eco en diferentes medios de comunicación.
No era descabellada esa posibilidad dado que nos encontramos ante uno de los puntos más conflictivos del escenario del asedio al castillo de Burgos ocurrido en el año 1812 en el que se enfrentaron las tropas españolas y el ejército aliado –anglo-portugués contra las huestes napoleónicas. El lugar responde al tercer recinto de la fortificación francesa asaltado de numerosas formas y con un alto número de bajas entre los contrincantes.
Una primera supervisión sin embargo, permitió comprobar que se trataba de restos de animales asociados con el poblamiento medieval que intensamente se desarrolló en el cerro del castillo. Junto a ellos, también emergían fragmentos cerámicos pertenecientes al mismo contexto cultural sin olvidar, que fue uno de los ámbitos urbanos que ocupó la judería burgalesa.
Tampoco es posible obviar que el talud de la calle Murallas viene a coincidir en gran medida con el trazado de la cerca medieval.
En base a tales hallazgos, y cumpliendo con la normativa municipal en materia arqueológica en la que este ámbito se integra dentro de una protección Tipo A (Protección de Intensidad Alta), la Gerencia de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Burgos programó una actuación arqueológica de urgencia bajo la dirección de Fabiola Monzón, consistente en la supervisión de las tierras retiradas del talud con el fin de poder recoger la mayor cantidad posible de material arqueológico de cara a ahondar en los diferentes episodios culturales de nuestra historia.
Tras días de recogida se pudo recuperar un total de 3.421 fragmentos cerámicos, 40 elementos metálicos, y 4 objetos de hueso. El material se completa con 957 fragmentos de hueso de los cuales 435 han podido ser relacionados con su especie.
Los restos cerámicos pueden subdividirse en diferentes conjuntos atendiendo a las características de los barros, cocciones, tratamiento de superficies, decoraciones y formas.
En su conjunto pueden enmarcarse como producciones realizadas entre los siglo XIV y XV. Un número significativo lo constituye la cerámica común. En ella sobresale la cerámica de cocina de tipo rugosa de pastas claras, también denominada campurriana por su relación con los talleres de la antigua merindad de Campoo. Aunque presentes en la alta Edad Media, reaparecen con fuerza entre los siglos XIII y XIV.
Otros modelos de pastas rugosas adquieren tonalidades grisáceas consecuencia del horneado en ambiente reductor. También destacan los recipientes con pastas naranjas cuya cocción oxidante aporta una gama de colores entre naranja y marrón; piezas con una larga dilatada cronología.
Contamos con envases de pastas graníticas cuya característica principal son sus barros con cuarzo y mica que permiten soportar altas temperaturas. Son reconocidas como vasijas de barro zamorano muy frecuentes en la Baja Edad Media. La forma con predominio absoluto es la olla, aunque también se registran restos de cazuelas y jarras principalmente representadas por sus grandes asas de cinta con decoración incisa.
La incisión y acanaladura son las decoraciones más frecuentes dentro de todo el conjunto. También son reseñables las tapaderas y tapones, así como un candil de cazoleta de
perfil completo.
Por lo que se refiere al conjunto cerámico con acabado en vedrío, éste se constata principalmente al interior y dentro de formas abiertas. Son frecuentes los tonos verdes y
melados. Habitualmente son objetos vinculados al servicio de mesa, cuencos sobre todo, platos y jarras. La decoración se reduce a acanalados, estriados, y en algún caso con aplique de cordón.
Entre esta tipología hay que destacar dos fragmentos de Hanukiyas esmaltadas para acoger el fuego de las lamparillas rituales que se prenden en la festividad judía de Las Luces o Luminarias.
Finalmente también son copiosos los fragmentos con cubierta estannífera reconocibles por su esmalte blanco. De igual modo se asocian principalmente con el servicio de mesa, cuencos y platos. La variedad estriba en su decoración. Una pequeña porción cuenta con motivos pintados en verde y manganeso que recuerda las manufacturas turolenses.
Mayor número las que tienen esquemas geométricos y vegetales en azul cobalto a semejanza de las producciones levantinas. Por último, hay algunos ejemplares con “lustre metálico” o reflejo dorado” que denotan el alto nivel social que contaban los pobladores de este lugar a lo largo de los siglo XIV y XV.
Entre los objetos metálicos podemos establecer diferencias muy claras en cuanto a su uso y cronología. Por un lado se han rescatado seis monedas. Tres de ellas son Noven de Alfonso XI y dos Cruzado de vellón de Enrique II. Otra moneda es ilegible. A ellas se suma un jetón navarro, todo un conjunto fechado en el siglo XIV.
Otros objetos se corresponden con apliques decorativos siendo relevante un adorno de arreo de caballo realizado con una aleación de cobre sobredorada, con esmalte posiblemente en azul y blanco, y en su forma polilobulada se puede leer la palabra AMOR, un vocablo frecuente ligado a la caballeresca.
El hueso es la materia prima utilizada para la fabricación de tres pequeños dados, elementos de juego al igual que una pequeña ficha de cerámica también encontrada en el lugar. También de hueso es un fragmento de mango pero la mayor parte de los restos óseos hallados quedan asociados con la alimentación de la población asentada en esta parte del cerro.
Destacan los ovicápridos en mayor porcentaje, seguido de los bóvidos, aves y équidos. El cerdo sólo está presente en un fragmento. Una información de interés son las numerosas marcas de carnicero que presentan, tanto para el despiece como para el descarne.
De todo ello se puede concluir que el desprendimiento de tierras ocurrido en la calle Las Murallas no ha supuesto la destrucción de estructuras de poblamiento ni desprendimiento de la muralla que en este caso se encuentra desaparecida tal vez como consecuencia de una de las brechas abiertas sobre el muro por parte de los ejércitos aliados en el asedio de 1812.
No obstante, gracias al control arqueológico posteriormente realizado ha sido posible obtener un interesante material arqueológico, fechado entre los siglos XIV y XV y que ofrece nuevos datos sobre el poblamiento de la zona.
Nos encontramos en uno de las áreas ocupadas por la aljama judía que por estos siglos había quedado bastante mermada a partir de la masacre antisemita de 1391. Gran parte de la misma se posicionaba al otro lado del cerro en el entorno de San Martín aunque es posible que se mantuviera algún reducto en este lugar.
Resulta complejo identificar las ocupaciones judías ya que las viviendas, el urbanismo, y gran parte de los objetos que utilizaban eran idénticos a las empleadas por los cristianos. Solo algunos aspectos rituales vinculados con el estilo de vida hebreo pueden avalar sutilmente su presencia.
En este caso, contamos con varios fragmentos de Hanukiyas y la ausencia del cerdo es muy relevante lo cual podría ser un indicativo de la pervivencia hebrea en esta zona de la ciudad en los siglos bajomedievales.